“No existe tal cosa como el instinto”, dice la licenciada Pernisi, una idónea en la
materia. Lo cultural lo atraviesa, se interpone, lo filtra. Pero la cultura de
masas no lo sabe. Habría que avisarle.
Hoy me encontré con uno de esos tantos videos que por lo
básicos y grotescos logran hacerme reír, pero que no puedo compartir en las redes
sociales sin antes proponer una reflexión, porque entre líneas reproduce
conceptos que me resultan aberrantes.
Es el spot promocional de una revista sobre fútbol. En el
video, se suceden escenas “cotidianas” del básico hombre-mujer: en un bar, un
hombre se acerca a una mujer creyendo estar bailando con sensualidad; en el
living, un hombre recibe mensajes de celular mientras ve una película con una(su)
mujer; en la cocina, un hombre se ve tentado a abrir la heladera quizás a mitad
de la noche y es descubierto por una(su) mujer; en la habitación, a la noche,
un hombre se quita la bata intentando seducir a una(su) mujer, que está
acostada leyendo. And so on and so on.
Cada una de esas situaciones es resuelta mediante un spray que la mujer en cuestión dispersa
en línea recta delante del hombre, haciendo alusión a la distancia
reglamentaria, ya que “si te lo explican con fútbol, lo entendés”. El hombre
(son siempre hombres distintos, pero en este video conforman una especie de
entidad), ante eso, pone el freno.
Y yo me pregunto: ¿qué 'me' están queriendo decir? ¿Que el
hombre por sí solo no puede “mantenerse a raya”? ¿Que la mujer es la única
responsable de poner el límite y que, encima, tiene la tarea de encontrar una
manera ingeniosa de hacerlo porque el hombre de otro modo no es capaz de
entender?
Pero, hilando más fino: ¿Están reconociendo que el reglamento
del fútbol, que es algo absoluta e incuestionablemente cultural puede tener
algún efecto sobre el instinto “natural” del hombre (del varón) que hemos antes
acordado concebir por encima de lo cultural? Quiero decir, si hay algo cultural
que puede vencer lo instintivo, ¿dónde está, entonces, lo irremediable del
instinto del macho?
No pretendo llegar más lejos. Me quedo con el regocijo de
ver cómo la cultura patriarcal se pisa el palito sola. Y siendo las cinco y
media de la mañana y habiendo tomado tres güisquicitos y comido seis empanadas
criollas, me despido recomendándoles a las chicas que se compren ese spray,
porque aunque no esté probado científicamente seguro sirva también para
prevenir violaciones.