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Murga joven "La que entona el premolar" Foto cortesía de Leandro Salandrú (@salandrule.raw) |
Hace un tiempo escribí una reflexión acerca de algunos
aspectos de los espectáculos que he visto en el Encuentro de Murga Joven en los
últimos años. Me enfoqué en la forma de abordar el contenido de algunos discursos,
como por ejemplo en aquella repetida frase: “la idea es no decir nada” y su
contraste con la imposibilidad —o al, menos, el peligro— de generar un
espectáculo vacío de ideología, “pop para divertirme”, como dice Micky Vainilla,
el personaje de Capusotto.
Dije que cada chiste, aunque no intencionalmente, establece
categorías o jerarquías en torno a lo humano: “Prejuicios que no pretenden ser derrumbados siguen haciéndonos reír a
costa de la negación y de la violencia simbólica que eso conlleva. Estéticas
que continúan representando nuestra incapacidad de reconocernos como iguales,
aún en la zona de la diferencia de género (hombre-mujer), donde se supone que
tanto hemos avanzado.” Sí, me acabo de citar para que no me acusen de
autoplagio pero también para que lean el artículo.
Lo que intento hacer en
esta oportunidad es conectar eso que muchas personas hemos pensado sobre el
discurso, ni más ni menos que con su verdadero esqueleto: las personas que lo
conforman, identificando las que verdaderamente producen discurso. Dar
pie a reflexionar sobre cómo puede vincularse el contenido de lo que se dice
con la forma en la que están integradas las murgas, y con el nivel de
participación que pueden o no tener sus componentes en dicho contenido. Todo
esto poniendo el foco en la cuestión de la representatividad de género; dicho
llanamente, cuántos hombres y cuántas mujeres participan en los distintos roles
y rubros.
Para esto, recibí una
fuente de datos invalorable de la gente del programa de radio Que vuelva el
Sporting, que desde hace años se encarga de difundir, voluntaria y diría también
religiosamente, todo lo que está a su alcance acerca del Encuentro de Murga
Joven. Se trata de las 52 fichas técnicas de las murgas que participan en el
encuentro este 2018. Dado que las recibí en forma de fotos de las fichas impresas
que entregó cada responsable al momento de la inscripción, cabe aclarar que
esta especie de investigación es un piñazo en términos científicos. Los números
los contabilicé a dedo, pero con mucha dedicación, completando un Excel que
comparto con la esperanza de que cada murga los revise y haga las aclaraciones
que entienda que corresponden.
Las fichas de inscripción al Encuentro de Murga Joven contienen los siguientes datos: nombre de la murga; textos; arreglos corales;
dirección escénica; puesta en escena; vestuario; maquillaje, y una lista de
componentes en escena aclarando su rol. No figuran iluminación ni escenografía,
por lo que no pude analizar este dato. Claramente, tampoco dice qué grado de protagonismo o participación tuvo cada persona en su rol; queda para una investigación cualitativa, algún día.
Como la ficha no
consulta el género, me tomé el atrevimiento de asociar nombre “de mujer” a la
categoría de mujer y “nombre de hombre” a la categoría de hombre[1]. Así,
relevé toda la información que aparece en las tres pestañas del excel que comparto aquí: “Datos básicos”,
la información bruta que arrojan las fichas técnicas desagregada en las
categorías hombre/mujer; “Otros datos y promedios”, donde calculé porcentajes
de hombres y mujeres por rubros y anoté algún otro dato que puede pasar a
curiosear, y “Resumen”, donde está lo que más nos interesa, a qué sí.
Pero, ¿por qué un análisis
en términos binarios? Con el poco tiempo —e información disponible— que tenía
para dedicarle, decidí acotarlo a esas dos enormes mayorías (hombre/mujer) que
están aún muy lejos de relacionarse de forma equitativa, y alrededor de las cuales
abundan hipótesis y prejuicios en el ambiente de murga joven. Sin dudas es solo
un pie para seguir profundizando sobre otras cuestiones.
Una aclaración necesaria:
estos datos refieren a roles dentro de la murga y no a personas concretas. Esto
significa que en un espectáculo sus componentes pueden cambiar de roles y que,
asimismo, por ejemplo, a una murga la puede maquillar un mismo equipo y, por
tanto, este aparecerá representado en tantas murgas como haya participado.
Básicamente y para no confundir: en la planilla hay más roles que personas.
Otra aclaración no menor
es que cuando en la ficha de inscripción figuraba “trabajo colectivo” coloqué valor cero,
de manera que obtener información detallada sobre quiénes participaron podría
cambiar (levemente, porque hay pocos casos) los números.
Este es mi resumen, hecho
a conciencia y con mi más ferviente ideología
de género. Usted puede tomar la planilla para hacer el que más le plazca.
A continuación, un solo de
batería (de preguntas):
¿Qué nos dice que la voz de
murga joven sea predominantemente “masculina”? ¿A qué puede deberse que la
representatividad de la mujer en aspectos tan centrales para la construcción
del discurso como los textos, los arreglos corales, la dirección escénica (85% hombres),
o la puesta en escena (76% hombres) recaigan sobre un mismo género? ¿Y qué
significa que los porcentajes se inviertan en rubros como el maquillaje y el
vestuario? ¿En qué medida puede afectar el contenido de los espectáculos la
predominancia tan clara de una voz por sobre otra? ¿Cómo nos posicionamos al
hacer murga en esta realidad?
Me despido para pronto
regresar, cantando un pedazo de bajada de La que entona el premolar 2018: “Y
es también mi decisión / Si escuchar las nuevas voces / o encerrarme en mi
tradición”.
[1] Quien sabe que no me identifico con ninguno de
estos géneros, comprenderá que eso implicó una especie de renuncia por un bien
mayor, que vendía a ser la equidad. De cualquier forma, la planilla está
abierta, reitero, a todo tipo de aclaraciones, dentro de las que se incluye la
pertenencia o no a alguno de estos géneros.